Somos niños y niñas de los 3 y hasta antes de cumplir los 7 años, que juntos formamos esta Colonia de Castores y donde aprendemos y nos preparamos para ser unos buenos exploradores en el futuro. Búscanos y visítanos en la Unidad Deportiva de Cerrito Colorado en la ciudad de Querétaro Capital de las 4:00 a las 7:00 de la tarde; cuando vayas busca a nuestra jefa Oddax con camisola color naranja o a nosotros con chaleco café. Te queremos conocer y ser tus amigos!!!!
Hace mucho tiempo en Conejín, un pueblito muy
pequeño perdido entre las montañas, vivía el conejo Peto, el menor de una
familia de conejos de Pascua. Durante miles años su familia se había encargado
de fabricar y repartir los deliciosos huevos de Pascua.
Trabajaban muy duro
para que al llegar ese domingo por la mañana todos los chicos del pueblo tengan
su huevo. Mientras Peto era chiquito era el único que no trabajaba en la
fábrica, pero después de un tiempo su mamá le dijo: –Peto, ya tenés la edad
suficiente para empezar a colaborar con nuestra tarea. Este año vas a ayudar a
tus hermanos con los repartos. Cada uno tiene un sector del pueblo donde tienen
que asegurarse de que todos los huevos estén repartidos cuando desaparece la
última estrella y antes de que salga el primer rayo de sol del domingo.
Varios meses antes empezaron con todos los preparativos, era un momento muy
esperado por todos. El día anterior a la Pascua ya estaban todos los huevitos
preparados envueltos en sus bolsitas. Peto había estado toda la mañana y la
tarde jugando y correteando por ahí. Al llegar el atardecer toda la familia se
reunió y dividieron las tareas. Peto tomó su bolsa y comenzó su recorrido.
Estaba tan cansado de juguetear todo el día que pensó que no iba poder llegar a
hacerlo, así que al llegar a la plaza se recostó entre las raíces de un árbol y
se durmió. Cuando se despertó se había hecho muy tarde, ya era de noche y los
pajaritos le habían robado y picoteado la mayoría de los huevitos. Peto se dio
cuenta que no iba a poder cumplir con su tarea. Se puso muy triste y comenzó a
llorar, el no quería decepcionar a su familia. En la casa más cercana de la
plaza unos chicos se despertaron por su llanto. Salieron por la ventana de su
cuarto y ahí lo vieron al conejito llorando bajo el árbol. Eran dos hermanos,
Lily y Emy. Le preguntaron por qué estaba tan triste y el conejito les contó.
Así que ellos decidieron ayudarlo. Rápidamente prepararon un plan y fueron a la
fábrica. Hicieron tantos huevos como necesitaban y le pusieron caramelos
adentro. Lily comenzó a repartirlos en bicicleta, Emy en patineta y Peto en una
cometa. Así pudieron llegar a todos lados que necesitaban y antes de que salga
el primer rayo de sol todos los huevitos fueron entregados. Peto estaba cansado
y sin dormir, pero muy feliz porque toda su familia lo felicitó por lo bien que
hizo su trabajo. El conejito estaba muy agradecido con Lily y Emy, sin su ayuda
no iba poder cumplir con su tarea. Así que todos domingos les llevaba un
huevito de chocolate en su ventana, aunque no fuera Pascua.
Para la próxima Pascua le pusieron un juguete adentro de cada huevo, una
excelente idea de Peto y sus dos amigos, que todos los días jugaban bajo el
árbol donde lo conocieron.
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